23 de noviembre

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Museo Gallardo: una nueva mirada para las ciencias naturales

El renovado espacio ubicado en San Lorenzo 1949 plantea una experiencia interactiva, participativa y cultural que combina juegos y aprendizaje. Entrada libre y gratuita.

Una familia ingresa por las altas puertas del antiguo edificio que da lugar al Museo Provincial de Ciencias Naturales Ángel Gallardo, ubicado en San Lorenzo 1949, Rosario. Los chicos se adelantan y en pocos segundos corren a abrir cajones, se recuestan en pufs y se miran en pantallas sacándose selfies divertidas. Cuando los padres intentan controlarlos reciben un gesto sonriente desde el mostrador de información: "La consigna es prohibido no tocar".

Los chicos ya están descubriendo el caparazón de un enorme gliptodonte, mientras los padres se acercan y parecen más asombrados por ver una joven pareja tomando mate en un museo que por los restos fósiles de un megaterio, ejemplar que junto al gliptodonte, el mastodonte y el toxodonte formó parte de la megafauna sudamericana hace unos 7.000 años.

Tras reabrir sus puertas a principios de año, con entrada gratuita, el Museo Gallardo sorprende mediante una propuesta renovada y aggiornada a los tiempos que corren. A primera vista se asemeja a una gran instalación artística, un lugar para curiosear, leer y dejarse llevar. Como parte de una experiencia interactiva, participativa y cultural, estas vacaciones de invierno suma además talleres especiales de reciclado, botánica, zoología, antropología y paleontología.

Si bien pueden encontrarse ejemplares como perezoso, puma, camello, guanaco, ñandú, aguará-guazú, yacaré overo o lobito de río, la exhibición de animales disecados aparece casi en un segundo plano. En cambio -a diferencia de los viejos y tradicionales museos de ciencias naturales- se presenta al hombre como parte ineludible del entorno natural. En esa línea la puesta en escena sostiene "un paradigma socioambiental crítico" y busca "un acto participativo y reflexivo del público", según explica el director del Gallardo, Sebastián Bosch.

Historias por descubrir

Tres pisos subdividen el recorrido. La planta baja da lugar a la muestra relatos, crímenes, territorios y gigantes. Fósiles de megafauna, lecturas didácticas, invitación a abrir cajones con información e infografías llevan hacia diversas miradas.

Por ejemplo, bajo el título "El descubrimiento de América" se destaca que "los primeros inmigrantes que llegaron a nuestro continente no vinieron en barcos, no tenían valijas y no hablaban español, ni italiano, ni inglés, ni francés". Incluso puede saberse que algunos sitios arqueológicos de Santa Fe dan cuenta de la convivencia entre aquellos primeros humanos y enormes mamíferos de más de 1.000 kg que habitaron la región.

En un sector aparte hay una sala llamada Nunca Unx Solx, donde la historia del hombre y su medio ambiente se aprecia en audiovisuales que se ejecutan automáticamente ante dos personas juntas, pero nunca ante una sola. A la vez que es divertida y didáctica, esta idea apuntala un eje que inspira la identidad del museo: la "construcción colectiva de sentidos".

En el segundo piso un gran espacio llamado "Cambiando el mundo con cada mordisco" despliega juegos didácticos e interactivos, mesas para dibujar y una verdadera cocina para actividades especiales. Acá todo gira alrededor de vislumbrar cómo nuestra alimentación transforma al mundo, subrayando que las estrategias para producir alimento modifican los paisajes. "Si el mundo consume soja, todo es soja", ejemplifica Bosch.

En este piso siguen otros sectores interesantes: el MateZone con dispenser de agua caliente y bancos para sentarse a tomar mate mirando por una ventana rodeada de plantas; una pequeña biblioteca con mucha luz natural, y una sala de reuniones realizada íntegramente con fibras vegetales, tierra y arena, ejemplo de una verdadera bioconstrucción. Además próximamente se prevé la apertura del Depósito Visitable, donde podrán verse los animales disecados que integran la colección del Gallardo y que por razones de espacio no han sido ubicados en otras salas.

Al ascender al tercer piso por un lado se observa un camello, o mejor dicho un ejemplar taxidermizado de esa especie, "un objeto" que lo representa, tal como se subraya en la cartelería bajo el sugerente título "Esto no es un camello".

Por otro lado se ingresa al espacio denominado Pampa Global, donde se analizan las implicancias ambientales de los últimos 500 años a partir del arribo de los españoles, quienes trajeron nuevas formas de pensar el vínculo del hombre con la naturaleza. Un ejemplo: reflejando la realidad actual del monocultivo, las semillas genéticamente modificadas y los agroquímicos, el museo resalta el uso de los silos de cereales como almacenadores de homogeneidad. Ante eso contrapone la instalación de un "silo holístico" en cuyo interior hay una máquina de escribir antigua y hojas para dejar comentarios; el objetivo: acopiar la diversidad de ideas de los visitantes.

Un último entrepiso permite descubrir una curiosa muestra de fotografías con microscopio (de tejidos orgánicos, proteínas, neuronas) realizada por el Conicet y, a pocos pasos, un lugar de descanso y relajación adonde los chicos se abalanzan sin dudar, la Sala de las Hamacas.