Una huerta municipal convoca a un barrio entero para celebrar la naturaleza
Desde hace 5 años vecinos y escuelas de Las Flores comparten un espacio ecológico en el Centro de Convivencia Barrial, núcleo articulador de políticas sociales de fuerte impacto territorial.
El viernes pasado familias del barrio Las Flores, junto a estudiantes de escuelas comunes y especiales de la zona, celebraron su participación en la Huerta Aramí, que funciona en el Centro de Convivencia Barrial Las Flores.
En una mañana soleada, vecinas y vecinos de la zona sur compartieron actividades pedagógicas y artísticas relacionadas a la naturaleza. De este modo, los presentes elaboraron cuadros con flores, hojas, semillas y otros elementos recolectados del arbolado parque con que cuenta el centro de convivencia.
Al mediodía, en mesas dispuestas bajo la sombra de los eucaliptos del predio, todos los invitados compartieron pizzas caseras y limonada con hierbas de la huerta, a cargo de los jóvenes del CCB.
Finalizada la jornada, cada uno de los presentes se llevó de regalo un plantín de flores, con la invitación a seguir participando del espacio de huerta abierto a la comunidad.
Interacción con la naturaleza
Carolina es la anfitriona de la huerta y desde hace cinco años motoriza este proyecto. “Lo importante es que la gente pueda tener un vínculo con la naturaleza, de la que tanto nos hemos ido alejando”, destacó, al tiempo que resaltó la importancia de la huerta como factor aglutinante entre personas de diversas edades.
“No es una huerta productiva porque no es ésa la meta, sino que interactúen todos. Que las escuelas especiales puedan estar junto a las escuelas públicas comunes, para que las mamás y los niños chiquitos puedan compartir el espacio junto a los adolescentes y los jóvenes, y que en general circulen y se vinculen entre todos. Ésa es la idea”.
Los que se suman a este espacio experimentan y llevan a cabo diferentes propuestas. “La huerta es una especie de escenario donde la gente va pasando y va teniendo su propia experiencia. Alguna gente viene porque simplemente le gusta estar al aire libre, otra gente viene en busca de alguna planta en especial; los centros de salud también: a veces hacemos pomadas, otras veces hacemos algún preparado para algo en especial, hacemos infusiones y las compartimos con los chicos de las escuelas para que vayan conociendo sus sabores y para qué sirven”.
Respecto a la historia y devenir de este espacio ecológico, Carolina remarcó que “la huerta surgió hace cinco años como una especie de boticario para los centros de salud cercanos, con plantas medicinales, para dejar de dar tanta medicación y ofrecer otra posibilidad a los vecinos, incentivándolos a volver a las prácticas que traían de sus mayores o de otras provincias, donde su uso es más corriente”.
La referente de la huerta contó que, con el tiempo, se fueron incorporando escuelas. “Muchas de ellas no tienen patio con tierra para poder cultivar”, mencionó y luego añadió: “El espacio de huerta es un espacio pedagógico, porque los grupos que pasan tienen una experiencia educativa, y también es un espacio lúdico, porque los más chiquititos lo usan para jugar y para estar en contacto con la naturaleza”, valoró.
Por otra parte, la responsable del espacio agregó que la huerta también posibilitó la superación de problemas entre vecinos: “Teniendo en cuenta que el barrio Las Flores se maneja mucho con fronteras, que hay gente que no puede atravesar determinados límites territoriales, este Centro se plantea como un espacio neutral, donde puede venir gente que tiene alguna problemática con otros vecinos, y acá sí se pueden encontrar, la huerta invita a ese encuentro”, cerró.
La huerta como espacio pedagógico
Germán, Ana y Rosana son docentes de la Escuela Especial Julio Maiztegui, y todos los viernes concurren junto a sus alumnas y alumnos a trabajar en la huerta, tomando contacto con el ámbito natural y desarrollando habilidades productivas y laborales.
“Venimos los viernes y compartimos el espacio con la Escuela Santa Clara. Hace cuatro años que participamos de la huerta con chicos de 13 a 21 años. El trabajo con la tierra y el manejo de herramientas les da una posibilidad laboral”, aseguraron.
Además, valoraron el hecho “que se apropien del espacio para que después ellos puedan venir cuando terminen la escuela, ya que es abierto a la comunidad. Muchos de nuestros alumnos que tienen casas con patio, pueden hacer ahí lo mismo que hacemos acá”.
Lo que se va cosechando se lo llevan los chicos a su casa para su consumo familiar “para que vayan incorporando en su dieta las verduras, que es muy importante, tanto como sentir que se apropian de la capacidad de producir. Y, como tenemos taller de cocina, hacemos tartas y otras cosas”, señalan.
“Esto es una herramienta más que les damos a los chicos”, resaltaron los docentes al tiempo que elogiaron el trabajo conjunto entre diferentes instituciones y organizaciones del barrio: “Estamos muy agradecidos de que el barrio tenga este espacio, que es abierto a la comunidad, del cual podemos venir y apropiarnos. Hace muchos años que estamos compartiendo el CCB, que nos alojó a nosotros y a varias instituciones más de la zona. La situación que vive el barrio nos llevó a que trabajemos en red. Las instituciones educativas, este centro municipal, el centro de salud, estamos todos relacionados y trabajamos en conjunto”.